Dos acontecimientos tienen lugar a miles de kilómetros de distancia en dos manadas de elefantes, una africana y la otra asiática.
Dos pequeñas crías acaban de nacer, arropadas por los miembros de su clan.
A pesar de la lejanía, estas dos especies se comportan de forma muy similar con los recién llegados, arropándolos y acariciándolos en una auténtica fiesta de bienvenida.
Además de la distancia, también les separan diferencias genéticas.
El elefante africano es de mayor tamaño y sus orejas son también grandes.
La hembra asiática, por su parte, carece de colmillos.
Ambos, sin embargo, mantienen estrechos vínculos familiares con los miembros de su clan, estructurado en torno a la hembra de más edad, la de mayor experiencia.
El matriarcado hace posible que las crías crezcan en un entorno afectivo hasta que, llegada la pubertad, las hembras jóvenes son instruidas en la maternidad.
Por su parte, los machos adolescentes empiezan a distanciarse hasta que acaban uniéndose a grupos de solteros.
Sólo volverán a relacionarse con las hembras en época de reproducción.
En algunos casos, estos animales, los de mayor tamaño sobre la Tierra, demuestran conductas llenas de humanidad.
Por ejemplo, la muerte de un miembro del clan es un auténtico drama para el grupo, que periódicamente vuelve a visitar los restos e, incluso, se lleva consigo algún hueso del fallecido.
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